martes, 25 de marzo de 2014

Odio y violencia (Participación 3)


EL ORIGEN DE LA VIOLENCIA Texto: Mariló Hidalgo
¿Por qué un adulto es capaz de torcer el brazo a un recién nacido sin apiadarse de sus llantos? ¿Por qué se puede agredir a una mujer sin ningún motivo hasta causarle la muerte? ¿Por qué un "matón" de doce años, seguido por una pandilla de la misma edad, agrede físicamente a otros compañeros de colegio y emplea burlas, amenazas y humillaciones, sin haber mediado provocación?
Biólogos, psiquiatras, sociólogos y antropólogos buscan el origen de este tipo de comportamientos violentos.
Somos más violentos ahora que en la antigüedad? ¿Nos encontramos ante un fenómeno creciente? ¿Podremos, gracias a los avances científicos, conocer la semilla de la violencia, y por lo tanto su curación?
Éstas y otras preguntas flotan en el ambiente a la luz de los brutales acontecimientos que se suceden cada día. Medir la violencia que se genera en nuestro entorno es algo casi imposible. Las cifras que encontramos se extraen sumando los asesinatos, malos tratos, violaciones, que tienen lugar cada año en un país. En España durante 1998 -según datos del Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil- tuvieron lugar 16.103 delitos contra la libertad sexual. Los malos tratos en el seno de la familia -mujeres, niños y ancianos- ascendieron a 9.708 casos. Se denunciaron 20.485 lesiones de diversa índole. Fueron víctimas de homicidios y asesinatos 2.293 personas. Recibieron tratos degradantes 757 individuos y 28 fueron objeto de tortura. En el pasado año 66 mujeres murieron a manos de su pareja y 18.830 denunciaron malos tratos infringidos por sus compañeros o maridos. Según las últimas encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) los temas que más preocupan a los ciudadanos españoles en estos momentos son la violencia doméstica y el terrorismo, precisamente las noticias que más se repiten en los medios de comunicación.


¿Somos más violentos ahora que antes?En la actualidad no sabemos si existen más o menos conflictos que antes, pero lo cierto es que son más cruentos.Antes, las mujeres, los ancianos y los niños estaban al margen de las guerras que se decidían principalmente entre soldados. Hoy, por cada militar caído en el campo de batalla, han fallecido veinte civiles. Las mujeres y los niños se han convertido en las principales víctimas. Tal es así que la violación de mujeres por parte de las Fuerzas Armadas -como ocurrió en Kosovo- es empleada como arma de guerra e instrumento de terror. En la actualidad, este tipo de violencia es considerada como "crimen contra la humanidad" por parte del Tribunal Penal Internacional que ya ha emitido sus primeras sentencias en este sentido.Por otro lado, a pesar de la famosa liberación de la mujer, muchos hombres no pueden soportar que ella salga a trabajar fuera de casa, gane un sueldo, tenga sus compañeros o amigos y piense por su cuenta. Contra eso emplea la violencia. A veces con resultado de muerte. Un total de 141.586 mujeres han sido atendidas en los 918 centros para maltratadas durante la vigencia del I Plan de Acción contra la Violencia doméstica (1998-2000), según ha hecho público la Secretaria de Asuntos Sociales, Concepción Dancausa.Dos mil millones de niños pueblan hoy nuestro planeta. Dos mil millones de niños que son víctimas también del horror y la violencia: más de un millón de menores cae cada año en las redes de la prostitución. La FAO (Organización para la Alimentación y la Cultura) confirma que más de 570.000 niños han muerto como consecuencia de las sanciones impuestas a Irak. El infanticidio de niñas continúa imparable en la India: su único delito es haber nacido mujeres. 250 millones de niños son obligados a esclavizarse en todo el mundo. Por último, en nuestro país de la cifra de pequeños que sufren malos tratos un 79% sufre abandono. Un 42% ha sido sometido a maltrato emocional y un 30% físico. El 4% ha sufrido abuso sexual. Lamentablemente muchos niños en estos momentos son carne de comercio, esclavitud, pornografía, tráfico de órganos, prostitución, adiestramiento para la guerra, escudos humanos...

¿La violencia es innata al hombre?El agresivo nace, el violento se hace" asesta José Sanmartín, catedrático de la Universidad de Valencia, director delCentro Reina Sofía para el estudio de la violencia y autor del libro "La violencia y sus claves". Este profesor, que ha realizado varios trabajos sobre el tema, asegura que "nuestra agresividad es un rasgo en el sentido biológico del término; es una nota evolutivamente adquirida, mientras que la violencia es una nota específicamente humana que suele traducirse en acciones intencionales que tienden a causar daño a otros seres humanos".Agresividad y violencia, por tanto, no son la misma cosa • La primera forma parte de nuestra esencia animal. Somos agresivos por naturaleza, por instinto de supervivencia frente a un entorno hostil, de la misma forma en que son agresivos el resto de los animales. La diferencia es que mientras ellos no llegan a causarse la muerte, el ser humano llega a disfrutar con ella. 

Entonces, ¿qué es la violencia? ¿de dónde surge? • La violencia es producto de la evolución cultural, por tanto es suficiente cambiar los aspectos culturales que la motivan para que ésta no se produzca. Explican los expertos que la violencia nace a partir de la separación del hombre de su entorno natural. En los primeros tiempos, el ser humano se regía por el mismo código de conducta que los animales. Era básicamente instintivo y por lo tanto utilizaba la agresividad para poder subsistir y procrear. Su agresividad no dañaba al grupo. Hoy, por encima de la naturaleza, el hombre ha construido un entorno artificial con sus propios valores y su propia cultura que le exige determinadas respuestas que le obligan constantemente a adaptarse a lo nuevo. Esta situación creada artificialmente la controla con dificultad y en ocasiones le genera violencia.

Durante mucho tiempo se habló de la existencia del "gen de la violencia" y ello fue objeto de estudio en los departamentos más avanzados de biotecnología del mundo. El debate de si las personas nacen violentas o desarrollan este tipo de comportamientos a lo largo de su existencia, estuvo vivo durante mucho tiempo. A ello contribuyeron diversos estudios realizados entre los asesinos más despiadados de las cárceles norteamericanas, donde se intentó demostrar con una teoría, que la mayoría de condenados tenían además del par "XY" -que define el sexo masculino-, una "Y" extra. Es decir, poseían un curioso cromosoma "XYY". Pronto se comprobó que este "trío" singular también lo poseían otras personas de fuera de las cárceles con un comportamiento social normal: la teoría tuvo que ser desechada.Hoy, el mito de la herencia genética está totalmente desmontado. No existe un gen de la violencia: "Los genes pueden influir en el comportamiento violento como influyen en todo lo que hacemos y todo lo que somos, pero en ningún momento determinan que un individuo vaya a ser violento sin ninguna solución", explica Manuela Martínez Ortiz, doctora en medicina del Departamento de Psicobiología y Psicología Social de la Universidad de Valencia.Según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Wisconsin (EEUU) que aparece publicado en la revistaScience, "el cerebro humano está conectado con revisores y equilibradores naturales que controlan las emociones negativas, pero ciertas desconexiones en estos sistemas reguladores parecen aumentar notablemente el riesgo de un comportamiento violento impulsivo". Está comprobado que este tipo de actuaciones están relacionadas con una sustancia del cerebro denominada serotonina, sustancia que en estos individuos parece estar disminuida. Hace más de cincuenta años se empleaba la lobotomización para tratar este problema en individuos antisociales.  El proceso consistía en "introducir una especie de picahielos a través del párpado superior hasta alcanzar el hueso; entonces se golpeaba con un mazo el leucotomo hasta introducirlo en la zona orbitofrontal. Moviendo el leucotomo hacia delante y hacia atrás se cortaban las conexiones entre esta zona y estructuras subcorticales como la amígdala. Con este sistema se conseguía eliminar la ansiedad, pero acababan presentándose otros trastornos como: incapacidad de planificar a corto o medio plazo, equivocación a la hora de decidir cuestiones prácticas -contrarias en muchos casos a lo que el individuo pensaba-, indiferencia a las consecuencias de sus acciones e insensibilidad al dolor", recuerda el profesor Sanmartín.Actualmente, para contrarrestar la falta de esta sustancia se administran fármacos que aumentan la serotonina en estas personas con falta de autocontrol, aunque se han detectado también efectos secundarios. La violencia -insisten en señalar- no es una enfermedad, así que no se la puede tratar como tal. La solución vendría de la mano de la cultura, de la educación.

¿Existe un antídoto contra la violencia?Desgraciadamente las causas que generan esta violencia son muy variadas: familia, medios de comunicación, educación, entorno , nivel social. Nada puede eliminar de un plumazo el problema, aunque los expertos sí coinciden en señalar la importancia de una educación en la infancia.
"Tras el ejército en tiempos de guerra, la familia es la institución que incluye mayores dosis de violencia contra los niños en la sociedad contemporánea", asegura el doctor Ignacio Gómez de Terreros, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla.
Así surge la gran paradoja: la misma estructura que la sociedad ha diseñado para crear un clima cálido, protector, que estimule al individuo, se convierte en un uno de los lugares donde se producen el mayor número de actuaciones violentas que en muy pocas ocasiones son conocidas fuera de la estructura familiar.
La privacidad e intimidad. La organización patriarcal donde la mujer es propiedad del marido y donde ambos ejercen dominio sobre los hijos. El empleo del castigo como medio corrector, que en ocasiones incluye la agresión como parte lógica de la educación de los niños e incluso de la mujer, que siempre es considerada como inferior. La ignorancia de las auténticas necesidades de los componentes de esa familia... Todo ello obliga a revisar la organización de la familia y las opciones que en estos momentos brinda a un adolescente que debe de estructurarse como persona.

Aunque los expertos no parecen ponerse de acuerdo sobre la influencia de la televisión en los comportamientos violentos, en estos últimos tiempos hemos conocido numerosos crímenes que han seguido ritualmente el patrón de películas como "Asesinos natos", "El muñeco diabólico", "Crash" o "Pulp Fiction". Se trata de separar la realidad de la fantasía lo que ocurre es que la visión de tanta violencia gratuita puede hacer pensar a los niños que es la mejor manera de solucionar un problema.
Eso piensan algunos educadores: "la violencia -explica el psiquiatra Rojas Marcos en "La semilla de la violencia"- se aprende en los primeros años de vida. Los comportamientos agresivos se fomentan a través de mensajes tangibles y simbólicos que sistemáticamente reciben los niños de los adultos, del medio social y de la cultura. La experiencia que más predispone al ser humano a recurrir a la fuerza bruta y despiadada para aliviar sus frustraciones o resolver situaciones conflictivas, es haber sido objeto o testigo de actos de agresión maligna repetidamente durante la niñez".
El enfrentamiento a profesores y las agresiones dentro del mismo colegio, son situaciones que empiezan a repetirse con demasiada frecuencia, aunque eso sí, aún no hemos llegado al nivel de violencia de EEUU. Según un informe del Defensor del Pueblo, el 4% de los alumnos de Secundaria afirma haber sufrido agresiones físicas y el 30% agresiones verbales por parte de otros compañeros.

La violencia entre iguales, que hasta ahora era ignorada por los propios profesores al considerarlas "cosas de chavales", exigen un tratamiento muy específico que obliga a los educadores a enseñar, además de conocimientos a sus alumnos, valores como la tolerancia, la democracia, el respeto, la igualdad. La realidad es que "el profesor no está preparado para cambiar de mentalidad por su cuenta y ahí son los Gobiernos quienes tienen la responsabilidad de impulsar la formación de los docentes para evitar que siga el fracaso escolar y la indisciplina", asegura Amparo Tomé, profesora de Sociología de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona (El País, 9-4-01).

Para contrarrestar todo esto hace falta una educación para la paz efectiva, que debe partir del núcleo familiar y educativo. El fomento del diálogo y la comunicación. Las muestras de cariño y comprensión por parte de los padres. El análisis de las fórmulas que se emplean para educar en la disciplina. El conseguir que el núcleo de convivencia no se convierta en el lugar donde los de siempre tienen los derechos -los padres, por lo general- y otros tienen los deberes -los hijos-. Y sobre todo, descubrir que en la palabra se encuentra la baza del entendimiento entre las distintas generaciones, distintas razas, distintos pensamientos, son cuestiones que sin duda ayudarán a esa Educación para la Paz.
Como decía Víctor Hugo, "no hay malas hierbas, ni hombres malos, sino malos cultivadores"

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