Los más de 70 sobrevivientes de la tragedia que resultaron con heridas externas por quemaduras, así como internas por respirar humo y gases tóxicos durante la conflagración, han sido sometidos a múltiples operaciones, además de tratamientos médicos y psicológicos.
Es el caso de Héctor Manuel, quien a sus tres años y tres meses de edad fue una de las víctimas del incendio en la estancia infantil y fue rescatado entre el fuego por un joven de nombre Julio César, el Negro, quien bajo los influjos de las drogas salvó la vida de ocho menores.
La madre de Héctor, Adriana Villegas, relató que su hijo presentó quemaduras en el 60 por ciento de su cuerpo y fue el más afectado entre los niños que resultaron heridos en la conflagración, que también quitó la vida a 49 infantes.
El 5 de junio de 2009, en el momento del siniestro, una vecina avisó a un grupo de jóvenes que se drogaban en un baldío cercano a la estancia infantil que el inmueble se incendiaba. Julio César se dirigió al lugar y después de ver que no podía abrir una puerta para entrar, se metió por una ventana por la que salían llamas y humo.
Adriana recordó que en la penumbra su hijo sintió una pierna humana a la que se agarró. Era una de las extremiedades del Negro, quien con 16 años se metió a rescatar a ocho niños. El quinto en ser salvado fue Héctor.
La madre de Héctor comentó que conoció a Julio César en un centro comercial y él le platicó que después del incendió se quedó toda la noche llorando afuera de la guardería. Reflexionó sobre la vida que llevaba y se rehabilitó en el consumo de drogas. 

Cayetano: el héroe anónimo de la guardería ABC


La tarde del viernes 5 de junio de 2009, Juan López Trujillo, a quien todos en su barrio conocen como Cayetano, estaba con cuatro de sus compas cotorreando, tirándose unas caguamas y quemando mota en el cauce de un arroyo seco que cruza una parte del sur de Hermosillo, Sonora. A cuatro cuadras de ahí, se había desatado el infierno en el interior de la Guardería ABC, ubicada en la colonia Y Griega: cuando Cayetano miró la columna de humo negro que comenzó a llenar el cielo de la ciudad, pensó que se estaba quemando una llantera aledaña a la estancia infantil.
"Cuando llegué todas las doñas estaban gritando por sus hijos y había unos policías que nomás se quedaban viendo, como los chinos, pero no hacían nada", recuerda Cayetano a cinco años del trágico accidente que acabó con la vida de 49 niños y dejó con quemaduras y lesiones permanentes a otros 74.
De pronto, alguien le dijo "Métete, Cayetano" y él no la pensó dos veces, pues pese a no contar con protección, ni entrenamiento, sí tuvo el valor que le faltó a algunos policías para sacar del fuego a los bebés atrapados adentro de la bodega habilitada como estancia infantil. La Guardería ABC operaba adentro de una bodega convertida, y no contaba como salidas de emergencia, a pesar de que había sido aprobada recientemente después de una inspección municipal de seguridad.
"Me metí así mero: me pasaron un extinguidor y tiré un bombazo en la única puerta que había y por el hueco que se abrió en la lumbre me dejé ir. Ya había lumbre por acá, por allá y por todos lados. Haz de cuenta que vi el infierno, compa".
Ya en el interior de la Guardería ABC, Cayetano recorrió por algunos minutos las salas de la guardería sin encontrar más que objetos incinerados o en llamas. También esquivó los pedazos del techo de poliuretano que caían al piso "como tortas de huevo". De forma inexplicable, Cayetano aspiró el humo tóxico sin que éste afectara su respiración. Después observó al fondo de la guardería una silueta inmóvil de una niña, sentada sobre una pequeña silla en un rincón de aquel infierno. Cayetano asegura que dudó si lo que miraba era una niña o una muñeca. 
"Por un lado una voz me decía: no la saques, pendejo, es una muñeca y todos se van a reír de ti cuando salgas con ella en los brazos; pero otra voz, desde otro lado, me repetía: tienes que sacarla, tienes que sacarla", narra.
Cayetano decidió entonces acercarse hasta la silla y tomó a la pequeña por la cintura, pero ésta escurrió de sus manos como si se estuviera derritiendo y cayó de vuelta en la silla. El olor a carne quemada en las manos de Cayetano fueron la confirmación de que la silueta inmóvil no era ninguna muñeca. Cayetano se quitó entonces la "tirahuesos" (camiseta) y envolvió en ella a la pequeña, volteándola boca abajo para no ver su rostro y no "malviajarse" en el trayecto para salir de la guardería. Las llamas seguían ardiendo y el humo se volvía más denso. Cayetano no alcanzaba a ver la salida, hasta que por fin una pequeña luz —que asegura fue una hadita Wendy— le mostró el camino de regreso a la única puerta de entrada y salida que existía en la estancia infantil.
"En cuanto salí me arrebataron a la niña, casi en el aire, y luego los policías me dijeron que me metiera otra vez. Me dieron sus camisetas, con todo y charolas (placas) según esto para que me cubriera. Pero lo primero que hice cuando volví a entrar fue tirar las camisetas de los policías a la lumbre porque no me servían de nada. Fue bien loco, andando ahí adentro entre la lumbre pero no me quemaba", advierte Cayetano.
Durante el segundo ingreso al infierno de aquel 5 de junio de 2009, Cayetano logró sacar a otros dos niños de la Guardería. En ese lapso, otro joven llamado Francisco López Villaescusa, El Frank, impactó su pick-up contra la pared de la guardería para improvisar una salida de emergencia. Cayetano piensa que la entrada repentina de aire también sirvió para alimentar el poder de las llamas.
"Ahí se puso más cabrón el fuego y ya fue más difícil rescatar a los niños. Creo que a ese bato le regalaron otro pick-up y a mí no me dieron nada. Pero todo bien, yo no me metí ahí para sacar provecho de esa desgracia", dice Cayetano.
Tras su incursión como rescatista emergente, Cayetano se sentó por algunos minutos a observar el caos que continuaba esa tarde del 5 de junio en los alrededores de la estancia infantil siniestrada.
Después caminó las cuatro cuadras de regreso a su casa y se puso a llorar por varias horas en la pequeña capilla con imágenes de la Virgen de Guadalupe y otros santos que tiene su familia en el predio donde habitan. Luego asegura haberse ido a dormir por tres días seguidos: "Me sentía como sin fuerza, no me levanté para comer, ni para mear".
Hermosillo,  México (15 junio 2009).- Lo que todo mundo deseaba ya se cumplió: Francisco Manuel López Villaescusa, el “Héroe de Hermosillo”, ya recibió una camioneta nuevecita.
El 5 de junio, Francisco Manuel llegó rápido a la guardería a la guardería ABC del IMSS y sin pensarlo dos veces atendió la orden de su papá de hacer boquetes en la pared para rescatar a los niños que se quemaban en el interior del galerón habilitado como estancia infantil.

Desde el día en que abrió los boquetes en la guardería ABC, que sirvieron para sacar a más de 100 niños, de los cuales alrededor de 70 lograron salvar la vida, Francisco se dice bendecido por Dios, porque la gente lo ha colmado de regalos y estima.
El 10 de junio, 5 días después del siniestro, nació su primer hijo, un niño que se llamará Ángel, aunque no pensaba ponerle así, pero que así lo empezaron a llamar los hermosillenses.
“Ya todo mundo le dice Ángel, así se le va a quedar”, comentó.
Francisco es serio, hay que sacarle las palabras con “tirabuzón”, o quizá está cohibido de tanta fama, porque, dice, la gente lo reconoce en la calle y lo detiene para agradecerle por haber abierto los boquetes.
También, la gente llega y le regala cosas para su bebé, ropita, pañales y más.

“El Héroe de Hermosillo”, no se siente tal, pero agradece, incluso que le hayan llamado de una Fundación latinoamericana, para atenderlo 
“Me ofrecen todo, transporte, avión, quieren checarme la espalda, que todavía me duele, poquito, pero si levanto algo pesado, me queda doliendo todo el día”, comentó.

“Yo ya iba con una orden, de tumbar la barda”, dice Francisco Manuel para agradecer y darle el crédito a su papá, Héctor Manuel, quien le llamó desde la guardería para pedirle que llevara la camioneta porque tenía que tumbar bardas.